Mi reseña:

"El amor y la tristeza, cuando son tan intensos, deben sentirse idéntico, en los pulmones. Entran al cuerpo en bocanadas ansiosas, siempre insuficientes".
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Una joven caribeña vive sola en un departamento en la ciudad de Buenos Aires y la única conexión que tiene con su país natal y con su pasado es su hermana, porque "no (tiene) ninguna relación con (su) madre". Su hermana, con su familia tipo y sus viajes en crucero, es quien se ocupa de una madre siempre ausente "de lenguaje y de sentido". Además, la llama cada quince días y le envía encomiendas regularmente. A veces dibujos de sus hijos, fotos actuales, a veces fotos viejas, como sutiles recordatorios de una vida que quedó atrás. Otras veces junto con algún que otro objeto, llegan frutas que terminan pudriéndose en la caja y pudriendo así también los recuerdos.
Entre una terraza que imagino hermosa y un sillón Chesterfield que ocupa casi todo el ambiente, la narradora intenta escribir una novela y ganarse una beca para irse a Holanda. Su vida es más bien solitaria, tiene pocxs amigxs, está tanteando el terreno de una relación nueva, tiene un jefe insoportable y unxs vecinxs más insoportables aún. Es entonces que algo viene a romper su rutina: una encomienda muy inesperada. Sin embargo, como buena cartagenera, Margarita García Robayo hace uso del realismo mágico, la improbabilidad queda así de lado y nosotrxs nos enfocamos en lo que realmente importa.
Me tienta decirles qué llega en la caja. Pero no lo voy a hacer. Sí les digo que está muy, muy bien escrita y el final es inesperado. También quizás esperanzador; aunque quizás no.

Editorial: Anagrama