Mi reseña:

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«[…] ¿a dónde nos va a llevar esta gran escalera en la que todo se come a todo lo demás? ¿Quién quiere ser el primer escalón y quién será el último escalón que se lo coma todo? ¿Dios?».
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¡Qué novela! Me dejó patas para arriba. Conocer la historia del autor siempre nutre la lectura; en este caso, entre otras cosas, resulta fundamental, porque Dambudzo no se inspira en otros escritores, sino del mundo que lo rodea. Ese paisaje es el que retrata con poesía y crudeza en esta novela.

Dambudzo Marechera nació en junio de 1952, en un asentamiento al este de la entonces Rhodesia, hoy Zimbabue. Cuando era adolescente murió su padre, y su madre, junto a sus nueve hijos, cayó en la indigencia. Dambudzo logró estudiar e ingresar a la universidad. Vivió en Inglaterra cuando fue becado en Oxford, pero fue expulsado de la institución. Escribió esta novela en tres semanas, con su máquina de escribir portátil, en el banco de una plaza donde dormía. Falleció de sida a los 35.

«La casa del hambre» es el texto central de este libro—seguido de algunos relatos breves. Es la historia de un joven que creció y vive en Rhodesia: un chico (muy posiblemente el propio autor), el literario y culto entre sus amigos, que nos hace un retrato crudo de una sociedad diezmada por el hambre, la miseria, los excesos, la prostitución de menores, la falta de oportunidades, el colonialismo estético, la vi0lencia extrema naturalizada.

Pero también es poesía, es metáfora; es un texto con referencias literarias (Conrad, Shakespeare, teatro griego, obras soviéticas), así como musicales, históricas y religiosas, que evidencian EL autor que estamos leyendo.

Leer «La casa del hambre» no es leer cualquier cosa. Es una carrera a toda velocidad, feroz, delirante y poética.

Editorial: Empatía